Hace años fui de vacaciones a Alemania. Éramos cuatro amigos pero ellos empezaron el viaje antes.

Días más tarde me uní a ellos en Berlín. Habían estado en casa de Britta, la novia de uno de mis amigos. Al cabo de unos días, el otro amigo me contó algo que le había afectado mucho.

Se habían alojado en casa de los padres de Britta. Un día, Rubén entró en la cocina y se lavó las manos en el fregadero. Entonces, la madre de Britta le echó una buena bronca en alemán. Rubén no entendía el idioma y esa reacción lo pilló por sorpresa. Britta le explicó lo que su madre le había dicho: que en el fregadero de la cocina nunca hay que lavarse las manos porque se llena de gérmenes y ahí se lavan y cocinan alimentos.

“No veas la bronca que me metió la mujer”, me dijo Rubén al contarlo.

“Pero bueno, que no había para tanto. Si no quería que me lavara las manos en la cocina, solo tenía que decírmelo bien” dijo con cierta indignación.

El otro día, después de un día intenso, fui a hacer la cena. Estaba cansado y me lavé las manos en la cocina, algo que no suelo hacer. Entonces recordé la bronca alemana. Desde que la escuché, casi nunca me lavo las manos en la cocina.

No presencié la bronca, solo escuché la versión de Rubén. Su forma de contarlo me hizo ver que era importante. Había habido un conflicto que generó varias emociones: enfado en la señora e indignación, frustración y vergüenza en mi amigo. Un montón de emociones que actuaron como pegamento en mi memoria.

Donde hay emoción, hay atención

Y es que las emociones son importantes para los humanos. Si la madre se lo hubiera pedido de forma neutra, hubiéramos olvidado ese incidente. Pero la emoción hizo que no fuera pequeño, que fuera algo destacado. Percibí el cabreo de la señora con las palabras de mi amigo y con su actitud y emociones al contarlo. Fue un contagio emocional: de la madre a Rubén, y de Rubén a mí a través de una simple historia.

Nunca he investigado si hay más gérmenes en los fregaderos de las cocinas cuando la gente se lava las manos. Pero es que los humanos no funcionamos de forma lógica. Al menos no siempre.

La mayoría recordaremos un incidente que nos han contado y quizá cambiamos nuestra forma de actuar. Como fue en mi caso. Desde entonces, no me lavo las manos en la cocina.

Trece años más tarde, al lavarme las manos en la cocina recordé esta historia.

Y ese es el poder de una buena historia: se queda en la memoria mucho mejor que los simples datos.

En una buena historia hay uno o más personajes con un deseo. Luego aparece un conflicto. En este caso, el deseo de lavarse las manos de Rubén chocaba de frente con el deseo de la madre alemana de tener una cocina libre de gérmenes. Para resolver ese conflicto aparecen varias emociones en la historia. Emociones que también aparecieron al contarla.

Cuando cuentes historias, ponle emoción

No hay que sobreactuar. Hay que contar la historia como si estuvieras ahí. Imagina en tu cabeza a la señora gritando cabreada mientras lo cuentas.

Aunque las historias propias funcionan muy bien, también puedes poner emoción al contar historias ajenas.

Cuando cuento la historia de cómo consiguieron reducir la malnutrición infantil en Vietnam en los noventa, me emociono. Alguna vez se me ha puesto la piel de gallina al contarla en un escenario.

Historias hay muchas. No todas tienen la capacidad de atrapar la atención y ser recordadas. Si la historia tiene chicha, porque hay un protagonista que quiere algo y aparece un conflicto, ya va por buen camino. Si esa historia remueve a los personajes, vamos bien. Y si al contarla le pones emoción auténtica quizá les venga a la memoria años más tarde cuando algo que vean o escuchen se la recuerden.

Quizá tú a partir de ahora no te lavarás las manos en la cocina. O pensarás en ello cuando lo hagas.

Si quieres saber más acerca del contagio emocional y de la herencia invisible que los humanos recibimos de otros humanos, escucha la entrevista que le hice al psicoterapeuta Ramon Riera en el episodio 58 La herencia emocional y la revolución del sistema de valores con Ramon Riera.

¿Qué historias han conseguido que cambies tu forma de actuar?

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