
La gente me pregunta cómo puede mantener la atención de la audiencia en una charla o entre los participantes de una formación. También usan expresiones como enganchar o cautivar al público. Una de las formas de lograrlo es creando intriga al contar una historia con técnicas de storytelling para mantener la atención de la audiencia. La siguiente cita lo resume esta idea:
“Hazles reír. Hazles llorar. Pero, sobre todo, hazles esperar”
Charles Dickens
Si haces esperar a tu audiencia con una historia relevante, podrás mantener mejor su atención porque querrá saber qué ocurrirá.
En general, cuando explicamos conceptos damos respuestas y más respuestas. Este planteamiento acaba aburriendo y debemos evitarlo. Lo bueno de las historias es que abren preguntas que quedan sin responder durante un rato. Y eso es lo que mantiene a la gente enganchada. Pero no sirve cualquier historia contada de cualquier manera. Con técnicas de storytelling podemos mantener la atención de la audiencia mucho mejor. Una forma de lograrlo es con los puntos de giro.
Mantener la atención de la audiencia con los puntos de giro
Una técnica de storytelling para mantener la atención de la audiencia consiste en usar los puntos de giro. Un punto de giro es un incidente o acontecimiento que lleva la historia hacia una dirección inesperada. En una serie de televisión, suelen poner los anuncios justo después de un punto de giro. Nos dejan en suspense para que no cambiemos de canal mientras dura la publicidad. En las novelas, un punto de giro puede ponerse al final de un capítulo, para que empecemos a leer el siguiente enseguida. Incluso en los libros de no ficción en los que cuentan historias, usan el recurso de dejar en suspense un punto de giro para mantener la atención del lector durante la parte de explicación.
Veamos un ejemplo. Hace unas semanas monté un webinar de storytelling con Juan Daniel Sobrado de Learning Legendario. Para promocionar el webinar hicimos un vídeo con storytelling que usaba los puntos de giro para mantener la atención, no solo viendo el vídeo sino para que la gente tuviera ganas de saber cómo acabaría la historia.
Una vez visto el vídeo, ¿cuál de los siguientes es un punto de giro?
- Carles le da los billetes a sus hijos.
- El hijo de Carles dice que ya no tiene su billete.
- Carles regaña a su hijo pequeño.
Si has aplicado la definición de punto de giro, habrás elegido la opción que llevaba la historia hacia una dirección inesperada, es decir la segunda opción.
Análisis de los puntos de giro de la historia de los billetes turcos
Transcribo el texto del vídeo para analizarlo:
Un día ordenando encontré dos billetes viejos. Viajé a Turquía hace casi veinte años y guardé un par de billetes que no había gastado, uno era de un millón de liras turcas. Era curioso ver tantos ceros cuando su valor real no llegaba ni a un euro.
Al encontrar los billetes decidí dárselos a mis hijos: uno para Silvia (8 años) y otro para Adrià (6 años). Y luego me olvidé. Al cabo de unos días Silvia apareció con su billete de un millón de liras turcas. Por curiosidad, miré en Internet a ver a cuánto estaba el cambio. Busqué en Google y quedé muy sorprendido de su valor actual.

La última frase es un punto de giro. De repente, ese billete viejo puede que valga mucho más pero tampoco se desvela su valor. ¿Qué ocurrirá ahora? En ese momento del vídeo, interrumpimos la historia y Juan Daniel Sobrado aparecía diciendo:
Este es el inicio de una historia sencilla, pero si la dejamos a medias en un momento interesante, queremos saber más.
En este caso, la espera entre el punto de giro sin resolver y la continuación era muy breve debido a la limitación de tiempo de un vídeo para redes sociales. En la introducción de un libro o en un artículo podría dejar más espacio entre el punto de giro y su resolución, intercalando explicaciones de conceptos relacionados con la historia.
La historia continua…
“Silvia, dame el billete”, le dije mientras se lo quitaba de las manos.
“¿Esto vale 138 euros? ¿En serio?”
Me surgió una duda: ¿qué haríamos con el dinero? ¿Sería para nuestros hijos? Mi mujer y yo hasta entonces no les habíamos dado tanto dinero.
Luego me acordé del billete de Adrià. No sabía si era de 250 mil o de 25 millones de liras turcas. ¿Cuánto valdrían 25 millones de liras turcas ahora?
Saqué el móvil y abrí la calculadora. “A ver, esto es una regla de tres. Si 1 millón son 138 euros… 25 millones son… ¡3.450 €.!”
“Adrià, trae tu billete, ¡rápido!”.
“Ya no lo tengo”, contestó con voz aguda.
Ahí acabó mi intervención en el vídeo, con otro punto de giro sin resolver. Después reapareció Juan Daniel diciendo:
Nos ha dejado a medias otra vez y queremos saber más. ¿Cuánto valdrá el billete de su hijo? ¿Qué hará el protagonista? Pero también, ¿qué aprenderemos?
Si quieres aprender a usar las historias en tus formaciones, y saber el final de esta historia, no te pierdas el webinar gratuito “Storytelling para formación” que hemos organizado con Carles Caño de Presentástico en Learning Legendario.
Finalmente decía el día y hora del evento y cómo apuntarse al webinar. Por cierto, decidí salir de espaldas por dos motivos. Primero, para llamar la atención, el vídeo se reproduciría automáticamente en LinkedIn y lo vería mucha gente pero normalmente son pocos los que se esperan hasta el final del vídeo o le dan al botón de reproducir con sonido. Segundo, para mostrar que si la historia está bien, no hace falta ni que te vean la cara. La historia por sí misma engancha al espectador. Con un buen storytelling, usando solo la voz puedes mantener igualmente la atención de la audiencia. El vídeo tuvo buena acogida y dejaron varios comentarios positivos. En un comentario, una usuaria dijo:
Oh, Dios mío. ¡Qué CRUEL! Me quedé curiosa con la historia.
Sin duda, el efecto es sumamente efectivo…
Lista los puntos de giro de una historia para saber dónde puedes crear suspense
En resumen, usa la técnica de storytelling de los puntos de giro para mantener la atención de la audiencia:
- Lista los puntos de giro de la historia que vas a contar .
- Deja en suspense alguno de ellos.
- Alterna el relato con explicaciones de los conceptos que expones y que tengan alguna relación con la historia.

Este es un potente recurso que usan autores de libros o guionistas de series, películas y documentales para mantener la atención del público. Úsalo tú también y úsalo con precaución. Esta historia la escribí en la introducción de un libro y estuve tentado de dejar en suspense todos los puntos de giro de la historia, pero pensé que era abusar del recurso. Es como si en una película nos pusieran anuncios después de cada punto de giro. Acaba cansando.
El final de la historia de los billetes turcos
Te pongo a continuación cómo acaba la historia de los billetes turcos, para poder analizar el resto de puntos de giro.
Adrià me contó que rompió el billete. Mi mujer dijo que al verlo roto lo tiró. Vaciamos la bolsa de papel para reciclar y no lo encontramos. Me puse nervioso y busqué en Internet para saber si existían billetes de 25 millones de liras turcas. Descubro que como mucho hubo billetes de 20 millones. Me calmo. Estaba seguro de que el billete empezaba por las cifras dos y cinco. Adrià tenía un billete de 250 mil liras turcas que equivalían a casi 35 euros.

“Sigue siendo dinero”, pensé.
Me enfadé y regañé a Adrià. “¿Por qué no cuidas las cosas que te doy? ¡No era para romper!”. Se puso a llorar. Le dije que había perdido el dinero que valía. Cogió un disgusto grande porque él solo tenía unas pocas monedas ahorradas. Me di cuenta de que le había quitado el billete a Silvia y se lo devolví. Ayudó un poco que ella me recordara una frase que aprendió de mí “Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da, no se quita”. Mis hijos se quedaron en el comedor y yo me fui a la cocina.
Al cabo de un rato Silvia vino y me dijo que podíamos compartir los 138 euros entre los cuatro. Me enternecí un montón, le dije que tenía un gran corazón y le di un abrazo. Volví al comedor y me senté al lado de Adrià, que estaba en el sofá disgustado. Le expliqué la oferta de Silvia y le pedí perdón por haberme puesto nervioso y haberle gritado un poco.
Investigué más y descubrí que Turquía sacó la nueva lira turca hace años. Ya no hay billetes de cientos de miles o millones de liras. Ahora los hay desde 5 hasta de 200 liras turcas. Se podían cambiar los antiguos billetes por nuevas liras en las oficinas del Banco Central de Turquía hasta el 31 de diciembre de 2015. Oooh, ¡qué lástima! Nuestro gozo en un pozo. Buscamos un poco más y vimos que se vendían billetes como el nuestro para coleccionismo pero que sacaríamos uno o dos euros como mucho.
Adrià se tranquilizó. Pero creo que aprendió una lección. Quizá no rompa más ningún billete, por poco valor que parezca que tenga. Por otro lado, yo estuve muy orgulloso de mi hija y de su generosa propuesta cuando vio que su hermano había perdido su billete.
Yo también aprendí algo, mi enfado con Adrià y cómo le reñí no fue la forma adecuada de afrontar la situación. Mi hijo de seis años no tenía ni idea de que ese billete raro podía valer dinero, más cuando les había dicho que apenas tenían valor. Además, esos billetes ya no eran míos y como dice el refrán “Santa Rita, Rita, Rita…”.
En el ejemplo citado, estos son los puntos de giro de la historia:
- Descubro alto valor del primer billete turco.
- Adrià dice que perdió su billete.
- Sílvia decide compartir los 138 € entre todos.
- Los billetes ya no se pueden cambiar.
Haz pequeños cambios en la historia para crear más suspense y emoción
Este simple ejercicio de listar los puntos de giro me permitió hacer algunos pequeños cambios que hicieron la historia más interesante. Vamos, que aliñé la historia un poquito. Por ejemplo, en realidad no comprobé con la calculadora cuánto valdrían 25 millones de liras turcas y no supe que eran casi 3.500 euros. Pero intuí que era mucho dinero y eso hizo que me inquietara y fuera algo brusco con mi hijo. También hice algún cambio respecto el primer borrador. Al principio dejaba la historia a medias diciendo que el billete de Silvia valía 138 euros. Luego decidí cambiarlo por “quedé muy sorprendido de su valor actual”. De esta forma creaba aún más curiosidad por saber cuánto valía ese viejo billete.
Este recurso de dejar en suspense un punto de giro se conoce en inglés como cliffhanger, significa colgado de un barranco y expresa de forma gráfica una situación con punto de giro que si interrumpes, dejas con las ganas de saber qué ocurrirá.
Storytelling entrelazado para mantener aún más la atención de la audiencia
Si quieres enganchar aún más a quien te lee o te escucha puedes usar la técnica de entrelazar dos historias relacionadas con tu tema y dejar cada historia colgada en un punto de giro. Este sería el proceso:
- Cuenta la primera historia hasta el primer punto de giro.
- Cuenta la segunda historia y déjala colgada justo después del primer punto de giro.
- Retoma la primera historia y explícala hasta el segundo punto de giro.
- Reanuda la segunda historia y haz lo mismo, explica hasta el segundo punto de giro.
- Retoma la primera historia y sigue hasta el tercer punto de giro.
- Etc.

Esta técnica es adecuada para contenido muy extenso como un libro de ensayo. Charles Duhigg lo usa magistralmente en su best seller “El poder de los hábitos. Por qué hacemos lo que hacemos en la vida y el trabajo” (lee la reseña que escribí).
Recuerdo cómo empecé a leerlo, había comprado el libro pero no lo había leído. Un día, lo cogí por curiosidad, lo abrí por cualquier página y empecé a leer. Me atrapó una historia que contaba Duhigg, entonces la dejó a medias y empezó otra historia interesante que volvió a dejar a medias. Aplicó la técnica de storytelling de entrelazar historias para mantener la atención de la audiencia, en este caso lectores, y no pude dejar de leer. Cuando terminé la parte del libro que había empezado, fui al principio del libro y seguí leyendo.
También puedes usar esta técnica en otros contextos menos extensos. En este caso, alterna las dos historias un menor número de veces. Por ejemplo, en un artículo que escribí sobre desarrollo personal empecé contando dos historias que entrelazaba. Solo las dejé colgadas en el primer punto de giro de cada historia. Te pongo el inicio del artículo a continuación.
Cómo la actitud tester puede mejorar nuestras vidas
La Sala Apolo estaba a tope. Era esa hora en la que el ambiente de la noche está en su mejor momento: ni muy pronto, ni muy tarde. Ese punto en el que la gente está más suelta que al principio pero sin llegar a desfasar.
Yo estaba soltero y sin compromiso, con el radar puesto y la testosterona subida. Tengo que confesar que, a pesar de que no me comía un rosco desde hacía tiempo, mi nivel de exigencia con las chicas era muy alto. Tímido y exigente: una mala combinación.
Yo estaba en la pista central con dos amigotes de cuando íbamos al instituto. Se supone que bailábamos.
Y entonces apareció.
Una chica morena de veintipocos, guapísima, delgada y con melena. Con unos ojazos y una carita de ángel… ¿Qué queréis? En el fondo soy un romántico. No recuerdo cómo pero conseguí llamar su atención y empezamos a hablar. Le arranqué alguna sonrisa y eso me dio esperanzas. Decidí no hacerme el pesado y fui a pedir un cubata. Me entretuve después un poco con mis amigos y volví a su zona. He olvidado qué hice al volver a verla pero me acuerdo de que estaba muy cerca de ella y que pensé: «Ahora o nunca».
Me armé de valor y se lo dije…
***
Con veinticinco años descubrí la música jazz. Durante más de un año fui a muchos conciertos. También compré muchos CDs de estilos de jazz variados. Quedaba embelesado al escuchar los magníficos solos de los grandes músicos de la historia del jazz y de los músicos en directo que escuchaba. A los veintiséis años decidí que no sólo quería disfrutar del jazz como oyente, quería también aprenderlo.
Empecé entonces a estudiar en una escuela de música moderna. Partía casi de cero. Tenía algunos conocimientos de cuando tenía ocho o nueve años, época en que mi madré me apuntó a clases de solfeo y piano clásico, pero que al cabo de poco abandoné.

Lo curioso es que de pequeño no me gustaba tocar el piano pero se me daba bien y de mayor no se me daba bien pero me gustaba la idea de saber tocarlo.
De adulto estuve ocho años estudiando solfeo, armonía y piano (que luego cambié por la trompeta). En solfeo y armonía era bastante bueno pero el piano no era lo mío, ¿por qué engañarnos? Compaginaba una jornada laboral con las horas de práctica del instrumento y el solfeo.
Entonces trabajaba como programador de aplicaciones. Cuando salía a las seis de la tarde tenía la sensación de que el día comenzaba en aquel momento. Una sensación muy desagradable, sobre todo en invierno cuando «mi día» empezaba de noche.
Era muy pesado llegar a casa a las siete de la tarde y ponerme a practicar piano un par de horas seguidas. Un día que estaba muy agobiado practicando acordes nos visitó César, amigo de mi compañero de piso y mío. Me preguntó por qué hacía música si me acababa agobiando. Le dije que no tenía mucho tiempo para estudiar y que lo tenía que hacer cuando estaba cansado después de un día de trabajo. Mi amigo me dijo:
– Si te gusta la música y te agobia el trabajo, deja el trabajo para estudiar sólo música.
Me quedé muy sorprendido porque no era el tipo de consejo que esperaba. Esa reflexión se quedó en mi cabeza durante tiempo y me sirvió para tomar meses más tarde una decisión que cambiaría mi vida.
***
Ahí estaba yo, delante de la morenita de veintipocos que me había robado el corazón esa noche.
No sabía qué decirle pero tenía claro que tenía que hacer algo cuanto antes. No quería parecer el típico baboso que está acechando un buen rato pero no se atreve a pasar a la acción.
Me acerqué a ella y le dije al oído lo primero que se me pasó por la cabeza:
– Me has gustado desde el momento en que te he visto.
Por fin, ya lo había dicho. Separé mi cabeza de la suya para ver su reacción mientras mis pulsaciones se aceleraban.
Ella hizo una especie de mueca y me dijo algo así como que tenía que irse.
No volví a verla.
Mis amigos me preguntaron qué había pasado. Cuando se lo expliqué empezaron a reír a carcajadas. Imaginad mi situación, después de que la chica me dejara plantado, mis mejores amigos me humillaban partiéndose de risa. ¡Cómo se reían, los cabrones!.
Lo peor es que la cosa no quedó ahí. Durante meses mis amigos me soltaban mi ingeniosa frase:
– Me has gustado desde el momento en que te he visto. ¡JA JA JA!
O cosas del estilo:
– ¿Por qué no le dices a esa de ahí tu gran frase?
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Mi storytelling entrelazado para mantener la atención de la audiencia ocupaba casi la mitad del artículo. Si habían llegado hasta aquí, era probable que siguieran leyendo hasta el final. Más cuando había dejado un punto de giro sin resolver: «Esa reflexión se quedó en mi cabeza durante tiempo y me sirvió para tomar meses más tarde una decisión que cambiaría mi vida.«
A continuación empezaba mi artículo como tal, es decir, exponiendo las ideas que quería compartir.
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Lo que crees que te gusta y lo que realmente te gusta
Creo que cada uno debería hacer lo que realmente le gusta. Es fácil decirlo pero no tanto lograrlo.
¿A cuántas personas conoces que les guste realmente su trabajo?
La perfección no existe pero sabes cuándo estás en el sitio equivocado porque la insatisfacción es mayor que los beneficios que obtienes. Quizá no te dan suficiente autonomía: te sientes controlado y con poco margen de decisión. A veces no puedes desarrollar las habilidades que te gustarían. Otras veces el problema es la gente con la que trabajas: no hay sintonía, tampoco hay iniciativa o ganas de innovar… Y en ocasiones el problema es que no le encuentras un propósito auténtico a lo que estás haciendo (aparte de ganarte un sueldo).
Lo que mueve a las personas no es tanto la motivación extrínseca (sueldo, primas, ascensos…) como la motivación intrínseca (tus deseos y necesidades auténticas).
¿Qué te gusta hacer realmente?
¿Qué se te da bien hacer?
Lo ideal es que respondas lo mismo a las dos preguntas anteriores aunque sospecho que si realmente te gusta algo, acabarás haciéndolo bien con la práctica deliberada y continuada.
Hubo un tiempo en que me hubiera gustado ser músico de jazz. Lo intenté pero vi que el esfuerzo que implicaba no me compensaba. Creía que me gustaba ser pianista de jazz pero en realidad me gustaba sólo la idea de ser pianista. En cambio, no me gustaba tener que practicar varias horas cada día.
Con todo, tardé un tiempo en darme cuenta de que el piano no era lo mío. Después de la conversación con mi amigo César decidí que dejaría mi trabajo de programador en una multinacional para dedicarme un año entero a estudiar música. Esperé un tiempo porque quería acabar un proyecto grande en el que estaba metido. Aproveché para ahorrar para no tener que trabajar esos doce meses.
Ese año fui muy feliz. También dediqué parte del tiempo a la fotografía, otra de mis pasiones. A pesar de que acabé dejando la música al cabo de unos años estoy satisfecho de haber dejado mi trabajo de programador. Eso sí que no me gustaba.
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El artículo terminaba exponiendo el concepto principal que quería compartir: tener una actitud tester en la vida. Unas veces se gana y otras se aprende. Puedes leer el artículo entero en: Cómo la actitud tester puede mejorar nuestras vidas.
Fíjate que en este ejemplo solo dejé colgada cada historia con su primer punto de giro. La primera historia la dejé a medias después del punto de giro “Me armé de valor y se lo dije…”. La segunda historia la interrumpí después de la frase “me sirvió para tomar meses más tarde una decisión que cambiaría mi vida”. Luego retomo la primera historia y la doy por acabada. La respuesta al punto de giro de la segunda historia aparece mezclada entre el texto de mi parte de explicación.
El artículo tuvo muy buena acogida a pesar de tener casi mil setecientas palabras. Para leerlo hacían falta casi siete minutos. ¿Quién dedica tanto tiempo a leer un artículo cuando navega por Internet? Solo lo hacemos si el texto nos engancha. Entrelazar dos historias e ir dejando en suspense una historia antes de pasar a la otra es una gran forma de conseguirlo.
Este artículo es más extenso que el de la actitud tester. Si has llegado hasta aquí es en parte por la técnica de storytelling de los puntos de giro y supongo porque quieres aprender a mantener la atención de la audiencia. Has descubierto un súper poder, úsalo con responsabilidad 😉
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