
Foto de Beatrice Murch
Hace años viajé a Australia de vacaciones y estuve tres días en velero con otros turistas. Había una tripulación de tres personas pero necesitaban nuestra ayuda para hacer tareas de grumete. El primer día me libré y me dediqué a observar lo que hacían los demás. Había una tarea que parecía fácil pero se acababa complicando: izar la vela mayor. Dos personas tiraban de una cuerda hasta desplegar por completo la vela. Yo me fijé que requería bastante fuerza. Los voluntarios eran tipos de complexión fuerte y al final les costaba un poco.
Al día siguiente me tocó a mi izar la vela. El otro «voluntario» era un tipo simpático y gordinflón. Ninguno de los dos teníamos mucha pinta de deportistas. Mi recuerdo era que costaba mucho tirar de la cuerda y le dije al compañero que a la de tres, tiráramos con mucha fuerza. Lo hicimos y caímos al suelo porque al principio no costaba, era al final que pesaba mucho más. Todos se rieron a carcajadas. Entonces me levanté, hice cómo que me sacudía el polvo de la ropa y saludé con una exagerada reverencia mientras sonreía.
Usar el humor como arma o como escudo
La historia anterior es un claro ejemplo de cómo usar el humor como protección. Te ríes de ti mismo para que los demás no se rían tanto o para reconocer abiertamente tu error de forma relajada. Este tipo de humor es muy recomendable cuando hablas en público. Una vez oí que el humor implica que alguien sufre. Con el humor escudo sufres tú pero es mejor que lo hagas tú mismo a esperar que otros se metan contigo.
La mañana siguiente del incidente con la cuerda me tocó de nuevo ayudar a la tripulación. Esta vez eramos cuatro voluntarios y había que hacer girar una especie de manivelas para recoger cuerda. Se hacía por parejas, uno delante del otro. Me tocó con un lampista inglés muy cachondo. Nos indicaron que había que girar en un sentido y el lampista me dijo «¿Te ha quedado claro, Míster Bean?» haciendo alusión al famoso personaje cómico británico que le sale todo mal. Todos se rieron de nuevo. Me resigné y concentré para no volver a hacer el ridículo.
En este segundo caso el emisor y receptor del humor eran distintas personas. Es un tipo de humor para sentirse superior a otros, despreciándolos de algún modo. El nivel de desprecio puede variar desde algo bajo y aceptable hasta límites que rozan el mal gusto. Según cómo sea la persona que recibe «el ataque» puede afectarle en mayor o menor medida. En mi caso pensé: «¡Qué cabrón!», pasé un poco de vergüenza y quedó ahí la cosa.
O no…
Esa misma tarde se repitió la misma operación de girar manivelas. Los voluntarios eran distintos y una chica le pidió al lampista que le hiciera una foto en plena acción. Yo estaba sentado detrás de él y pude ver cómo tenía problemas para hacer la foto. Estaba intentándolo con el objetivo mirando hacia él. Era buenísimo ver la cara de garrulo que ponía mientras intentaba averiguar qué estaba pasando. Fue entonces cuando aproveché la ocasión y le dije bien alto: «Tienes que girar la cámara para hacer la foto…» y al cabo de unos segundos le solté: » ¿Ahora quién es el Míster Bean?». La gente estalló de risa y él me mostró su dedo medio bien erguido mientras ponía cara de muy pocos amigos.
El lampista usó el humor como ataque y cuando se presentó la ocasión yo lo usé como contraataque. Cuando volvimos a tierra, hicimos una cena con todos los que habíamos compartido viaje los últimos tres días. Entonces me confesó que mi broma le había sentado como un tiro cuando se la hice pero que había sido muy buena y que ahora él también se reía de la situación.
«El humor es igual a tragedia más tiempo» es una cita atribuida a Mark Twain que sintetiza la importancia de que haya cierta distancia entre un evento «trágico» y el momento de reírnos de él.
Usar el humor como arma en presentaciones tiene mucho más riesgo que usarlo como escudo. Si lo usas para atacar, habrá una o más víctimas. Las personas de la audiencia que se identifiquen con esas víctimas se pondrán en tu contra. Es más, quizá no son parte de tu objetivo pero encuentran de mal gusto que te metas con determinados colectivos o personas.
No digo que no uses el humor como arma. Simplemente que es más arriesgado. Si identificas un colectivo con el que tu audiencia no le importa que te metas con él, adelante. Quizá disfruten de lo lindo. En cualquier caso usa el humor de forma no negativa.
Pon el humor en práctica en tus presentaciones
Lo primero a tener en cuenta es que tienes que estar cómodo a la hora de usar el humor en presentaciones. Si crees que no va contigo o tienes miedo de hacer el rídiculo, no uses el humor en público. Sin embargo, te animo a que pruebas de vez en cuando a introducir alguna nota de humor, lo más recomendable para empezar sería reírte de ti mismo.
En segundo lugar, ten muy presente el tipo de audiencia y el contexto de tu presentación. Quizá hay temas tabú que es mejor no mencionar, al menos en tono humorístico. Otras veces el registro será muy formal y estarás más restringido para usar toques de humor…
Estos consejos te pueden ser útiles para añadir toques de humor en tus presentaciones:
- Usa el humor como escudo para reírte de algo que te ocurrió en el pasado.
- Usa el humor como escudo para reírte de algo que te salga mal durante la exposición.
- Usa el humor para reírte de los otros de una forma no negativa. Esto puede incluir el colectivo de personas al que perteneces.
- Evita el humor despectivo tanto hacia ti como hacia otras personas.
Arranca sonrisas a partir de algún percance que tengas
Es mejor reírse de algo que ha sucedido (situación) que reírse despectivamente de uno mismo (persona).
Piensa en posibles situaciones que salgan mal en tu presentación. Escribe frases en las que uses el humor de lo que suceda sin ser despectivo contigo mismo. Lee primero esas frases en voz alta, después dilas sin mirar el texto escrito. Procura usar un tono de voz natural, que no suene como si lo recitaras.
Te pondré un ejemplo que vi en Humor in the Workplace with Izzy Gesell (curso de Lynda.com):
En una presentación tropiezas con un cable. La gente empieza a reír nerviosamente y tú dices «¿Puede alguien contar cuántas veces tropiezo con un cable?. Mi record es de tres veces en una sola presentación. Quizá hoy pueda batir mi record.»
Con este método aplicas el humor escudo para que la audiencia se sienta cómoda, tú reconozcas el error y tomes control de la situación.
Para acabar, te enumero las 5 formas de ampliar tu sentido del humor, según Izzy Gesell:
- Aprende a reírte de ti mismo.
- Ríete de los otros (de una forma no negativa).
- Busca el humor en situaciones cotidianas.
- Captura el humor que te haga reír a medida que te llegue (con Evernote, Google Keep, libretas…)
- Repite el humor que te gusta .
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¿Usas el humor cuando hablas en público? ¿Crees que es un buen recurso? ¿Te gusta ver presentaciones en las que hay toques de humor?