A mis hijos les leo cuentos desde que son muy pequeños. Hace un tiempo, me pidieron que les leyera un cuento con ilustraciones. Les dije que no, que les contaría un cuento sin libro, que no tendrían imágenes que ver. Mi hija Silvia dijo: “No importa, papá. Cuando cuentas un cuento, los dibujos salen de tu boca”.
Una buena historia dibuja las imágenes y escenas en las mentes de quien escucha.
Si te lo paras a pensar, es increíble. Recuerdo la anécdota que me contó un invitado del podcast en la que se mojó los pies y la parte inferior de los pantalones en un hotel de lujo. Había una especie de lago artificial de diseño que él no supo distinguir del suelo. Contó cómo ocurrió y qué hizo para no perderse una conferencia que estaba a punto de empezar. Hacia el final, contó el momento en el que estaba sentado en la taza del váter del lavabo de un hotel, secando los pantalones con un secador. En ese momento yo vi la escena en mi cabeza.
Para lograr dibujar imágenes con palabras es necesario usar más concreción.
Al contar una historia, en general, nos movemos por la parte baja y concreta de la escalera de la abstracción. Es buena idea para alejarnos de vez en cuando de la parte alta, que es más abstracta. Pero según cómo cuentas una historia, te puedes quedar en medio o justo a punto de tocar el suelo.
Vi a un amigo impartir un webinar en el que contó de pasada cómo se dio cuenta de lo mal que estaba dando formaciones en empresa. Dijo que eso fue lo que le hizo cambiar y ponerse las pilas para investigar, aprender y aplicar nuevas formas de fomentar el aprendizaje de los participantes. Pero no dijo mucho más. Fue una historia muy difusa, no pude imaginar ninguna escena en mi cabeza. Al cabo de unos días hablé con él y le dije que estaría bien que entrara en más detalles con esa historia. ¿Qué es exactamente lo que le hizo cambiar? ¿Dónde estaba? ¿Con quién estaba? ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué se dijo?
En una entrevista que hice a Natalia Gómez del Pozuelo, escritora, conferenciante y experta en comunicación, explicó muy acertadamente esta idea de crear imágenes en la mente de quien escucha la historia.
Contar una historia implica llevarte al que escucha de viaje y yo me lo voy a poder llevar de viaje si consigo que su mente imagine lo que yo estoy contando.
Luego contó un ejemplo que presenció.
Fui a un evento del “Ser creativo” que suele tener ponencias muy buenas y entonces escuché a Arsuaga, que es antropólogo. Los demás habían enseñado unos audiovisuales espectaculares y él dijo: “Yo no he traído audiovisuales pero os quiero proyectar la diapositiva en vuestra mente”.
Entonces dijo: “Hacer antropología es como ir viajando en tren, en sentido inverso a la marcha y tienes que adivinar el futuro por lo que ha sucedido en el pasado. Tienes que adivinar el paisaje que viene a continuación a través del paisaje que ya ha pasado”. Y se me pusieron los pelos de punta y nunca se me ha olvidado esa imagen. Porque en vez de darmela hecha, y en vez de contarme esa microhistoria en formato audiovisual, la introdujo en mi cerebro.
A continuación, compartió una gran reflexión.
La potencia es que el otro sea capaz de imaginarse lo que está sucediendo en el relato. ¿Qué pasa cuando lees un buen libro? ¡Que te transporta! No estás sentado en donde estás, estás en el mundo que ese escritor ha creado para ti. Y lo mismo sucede en el cine.
Para poder imaginar lo que sucede en la historia hacen falta algunos detalles, pero tampoco hay que pasarse. Si damos demasiada información, ralentizamos la historia y no dejamos espacio para la imaginación. Es un equilibrio entre no dar detalles concretos y abrumar al personal. El siguiente extracto de la entrevista ilustra en parte esta idea.
Carles: Sí, en vez de decir: “Pues un chaval que tiene problemas con las mates…”
Natalia: Un chaval, sí. A mí me dices un chaval y digo: “Aah”. Pero si tú me dices un chaval de dos metros que juega al basquet con tal y que lleva una mochila morada, ya le tengo en la mente y cada vez que me nombras el chaval veo la mochila morada, veo sus dos metros y me lo imagino. Con lo cual fuerzas a mi mente a interactuar con tus palabras. De la otra manera yo soy sujeto pasivo. No me has atrapado.
Carles: O sea, construir conjuntamente esa imagen mental.
Natalia: Claro, le tienes que dar un par de detalles en los que se pueda apoyar la mente de tu interlocutor para que esa mente, la del otro, no la tuya, construya encima de ese chaval todo los demás detalles que tú no le puedes dar porque no tienes tiempo, porque sería infinito.
***
Cuando cuentes historias, crea con tus palabras imágenes en las mentes de los demás.
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