El otro día me llamó una empresa de formación. Necesitaban un formador para dar un curso de presentaciones a otra empresa.
La empresa cliente quería que les enseñara a usar Prezi. Os diré lo que pienso de esta herramienta. Si PowerPoint fuera un niño, Prezi sería un niño hiperactivo. Creo que no es posible hacer unas diapositivas que no tengan alguno de sus elementos típicos: zooms, transiciones constantes, giros…
Ahora viene lo mejor, la empresa de formación me dijo lo siguiente:
«Quieren aprender a usar Prezi y otros programas de presentaciones para hacer algo distinto a PowerPoint porque PowerPoint ya está muy visto»
Una frase para enmarcar. ¡Sí señor!
Ya comenté en la primera HangJam que hicimos con Roger Prat que el problema no está en Prezi o PowerPoint, el verdadero problema está en cómo planteamos las presentaciones. O dicho de otro modo, «Aunque la mona se vista de seda, mona se queda«.
Se trata de algo más profundo, de la concepción que tenemos sobre la forma de comunicar. Se trata de adaptarse a tu audiencia y establecer un área común con ellos (comunicación viene del latín communis, es decir, común). Se trata de evitar el discurso yomimeconmigo –mi empresa, mis productos, mis servicios…- y centrarse en cómo ayudar a los demás, calmar inquietudes, allanar el camino.
En definitiva, se trata de actitud y propósito para comunicar.
¿Por qué muchas presentaciones no tienen alma?
En su día escribí 7 síntomas de las presentaciones sin alma y 7 formas de combatirlos. Hoy quiero reflexionar sobre algunas de las causas de estas «presentaciones zombi«, auténticos muertos vivientes que horrorizan y que contagian a la población con su mismo destino maldito.
1. Nos falta formación para hablar en público
La mayoría de nosotros no recibió ningún tipo de formación sobre cómo hablar en público. Curioso, una habilidad tan práctica que no se trabaja en ninguna etapa educativa. Y perdonadme si no cuento como formación el hecho de que mandemos presentar unos PowerPoints a los alumnos con cuatro consejos rápidos que les podamos dar.
2. Nos falta motivación para hablar en público
Existen dos formas de asumir un problema: como un reto o como un marrón. Si te mandan hacer una presentación sobre un tema que no te gusta, que no dominas o que ni te va ni te viene, hay muchos puntos de que tu motivación sea más bien nula. Vamos tan liados que es difícil asumirlo como un reto.
Daniel H. Pink en su libro «La sorprendente verdad sobre qué nos motiva» plantea que la motivación intrínseca es un auténtico motor para afrontar retos mientras que la motivación extrínseca da resultados más pobres. En otras palabras, para determinados proyectos el modelo de la zanahoria y el palo puede ahogar la creatividad de las personas.
La cuestión es: ¿Cómo podemos conseguir que la motivación para hablar en público venga de dentro? Creo que una de las respuestas tiene que ver con el punto anterior, las carencias formativas.
3. Tenemos miedo al ridículo
Estamos obsesionados en no quedar mal, en no pasar vergüenza, en no hacer el ridículo… Muchas personas evitan hablar en público o lo hacen como un trámite doloroso por el que hay que pasar. Un planteamiento así refuerza negativamente su experiencia de hablar ante otros con lo que se entra en un círculo vicioso del que es difícil salir.
4. Nos falta imaginación para preparar presentaciones
Las preocupaciones derivadas del miedo al ridículo tienen cierto sentido, pero no es normal que nos paralicen o que aniquilen nuestra parte más creativa.
Todos tenemos inquietudes, pasiones, aficiones… La creatividad consiste en conectar cosas. Cuando hay que preparar una presentación, muchas personas se limitan a recolectar datos y hechos para vomitarlos durante su exposición.
Hay infinidad de recursos, además de los racionales, que entretienen a la vez que informan a la audiencia: usar citas y proverbios, contar historias, mostrar objetos, crear intriga, escenificar momentos estelares, usar metáforas…
5. Nos falta empatía con la gente que nos escucha
Las personas que nos escuchan son como tú y como yo, tienen una capacidad de atención limitada y si no creamos contrastes y conectamos emocionalmente, acaban desconectando.
6. Sobrevaloramos los datos que usamos
Sólo con datos y hechos es difícil darle sentido a las cosas. Son una parte necesaria pero necesitan contexto, significado, relación con la audiencia… Demasiadas personas aún se refugian detrás de innumerables estadísticas para parecer más rigurosas a pesar de lo ineficiente que resulta este planteamiento.
Esta magnífica cita lo resume a la perfección:
7. Centramos el protagonismo en el ponente
No se trata de ti, se trata de ellos. Por mucho que sepas, por muy crack que seas o por mucho que cobres, si desaparece la audiencia no pintas nada. Es cierto que tu vas a compartir tus experiencias y conocimientos con ellos. Les aportarás valor, claro está. Pero eres tú el que debe adaptarse a la audiencia y no al revés. Plantea cada presentación como un viaje con la audiencia donde ella es la auténtica protagonista. Es un cambio de perspectiva importante que ofrece mejores resultados para todos.
8. Tenemos miedo a perder el control
Si hablo durante toda la exposición tengo el control. Si hago participar a la audiencia, puedo perderlo y eso me intranquiliza. Bueno, es un pequeño precio a pagar para que tu audiencia se implique más y disfrute con la charla. Hay muchos grados de participación de la audiencia, desde simples preguntas para responder a mano alzada hasta actividades en pequeños grupos.
Recuerda: o sufres tú al preparar y exponer la presentación o sufrirá tu audiencia cuando te escuche.
9. Olvidamos que somos personas
Puedes ser profesional y riguroso con los datos que manejas a la vez que ameno y divertido. Una cosa no es incompatible con la otra (a pesar de que muchos lo crean). Dale un toque personal a tus presentaciones, cuenta algunas cosas de ti o de lo que te ocurre en el trabajo, con la familia… Usa el humor, por ejemplo para reírte de tus complejos, como explica Roger Prat en su blog.
En las obras de ficción, los robots quieren ser más humanos y desean sentir emociones. ¿Por qué nosotros, humanos, queremos desprendernos de ellas cuando hablamos en público?
10. Estamos acostumbrados a un modelo de comunicación transmisor
Probablemente por culpa del sistema educativo tradicional. Un profesor explica para treinta alumnos. ¡Qué derroche de recursos! Treinta y un cerebros en el aula y sólo uno está activo, los demás tienen que ir al ritmo del que habla, independientemente de su ritmo de aprendizaje. Además, todos escuchan lo mismo, de forma pasiva. El profesor les dice lo que deben aprender, cómo lo tienen que aprender y cómo comprobará que lo han aprendido (seguramente con un examen).
Si toda la vida hemos aprendido así, «és lógico» que cuando tenemos que explicar algo a alguien en una presentación usemos la misma técnica. Es hora de plantearnos que esto resulta muy ineficiente. Ya es hora de acabar con los PowerPoints realmente malos.
11. Somos hipócritas con la forma de comunicar
Cuando pregunto si gustan las presentaciones zombi, con todo lo que implican, nadie me responde con un sí. A nadie le gusta el exceso de datos, las cosas sin sentido, la monotonía o el aburrimiento. Sin embargo, muchas de esas personas usan planteamientos similares cuando les toca hablar en público.
Seamos coherentes, no hagas nada al prójimo que no te gustaría que te hicieran.
12. Nos falta práctica para hablar en público
A nadar se aprende nadando y a presentar se aprende presentando. No tiene más secreto la cosa. Mi consejo es que:
No aprendas a hablar en público, habla en público para aprender.
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Espero que el análisis de las causas de las presentaciones sin alma ayuden a concienciar del problema y evitemos el contagio zombi que derive en un auténtico apocalipsis de «pobrepoints».
Créditos:
- Zombis de Abode of Chaos (Creative Commons: Atribución)
- Palo, zanahoria y corazón de opensourceway (Creative Commons: Atribución, Compartir igual).
- Chico saltando de trampolín de Del Amitri (Creative Commons: Atribución, No comercial, Sin obra derivada).
- Esta entrada tiene una licencia Creative Commons: Atribución, Compartir igual.
Leyendote dan ganas de ponerse manos a la obra con las presentaciones pero enseguida vuelves a cruda realidad, pero tienes razón, hay que perder el miedo y pensar más en la audiencia y menos en uno mismo y ser lo más creativo y divertido para que la gente aprenda más.
Gracias
Estoy totalmente de acuerdo contigo.
Soy profesor y utilizo presentaciones en prezi o con Openoffice en función de cómo crea que hay que transmitir el mensaje. Una herramienta no es mejor que la otra, son diferentes y cada una tiene sus ventajas e inconvenientes.
Pero, sin duda, lo principal es la actitud. Una presentación es, como he dicho, una herramienta más que puede ayudarte, las animaciones pueden ser útiles en algunos casos, pero en otros son contraproducentes. Lo prinicipal es siempre adaptar la presentación a la audiencia y al tipo de mensaje que queramos transmitir y, como señalas, la actitud del comunicador es fundamental.
Un «pobrepoint» o un «prezi» no van a transformar una charla aburrida en divertida y motivadora.
Enhorabuena, excelente artículo Carles
Jejejee!!! Acabo de ver que apareces en el blog de ‘Crea y aprende con Laura’!!! Eres un crack!!!