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Momento ajá¿Cuántas veces has adivinado lo que ocurriría a continuación en la película que estabas viendo?

Aburrimos las situaciones previsibles pero adoramos que nos sorprendan. Cuando nos rompen los esquemas de algo pasamos a prestar más atención inmediatamente. Nuestro cerebro quiere averiguar por qué se produjo ese fallo entre la realidad y lo que teníamos preconcebido para que en un futuro no nos vuelva a pillar por sorpresa. Se trata en realidad de un mecanismo de supervivencia.

La sorpresa ayuda a captar la atención pero eso no implica que ayude a mantenerla. Si un ponente aparece vestido con una túnica romana, sorprenderá inicialmente a la audiencia pero si luego no sabe mantener la atención, tampoco servirá de mucho. La sorpresa capta la atención y el interés la mantiene.

Así que es importante sorprender primero pero luego saber reconducir ese efecto inesperado hacia una historia, misterio o enigma relacionado con nuestro mensaje para que mantenga la atención de la audiencia.

Por eso no deberías empezar nunca una presentación con las introducciones típicas de quién eres, qué haces, de qué les vas a hablar… Deja que eso lo diga la persona que te presente antes de empezar. Y por supuesto jamás deberías empezar dando excusas del tipo «No se me da muy bien hablar en público», «En realidad no he tenido mucho tiempo para preparar la presentación» o entonando el discurso YoMiMeConmigo: «Nuestra empresa es líder en el mercado de…», «Nuestros productos bla bla bla…». Si empiezas así, eres previsible. Eres como la mayoría de personas que hacen presentaciones. En estos casos, las personas de la audiencia empiezan a pensar «¡Uf! Otra presentación del montón. Vaya tostón me espera…».

Si empiezas con una afirmación polémica, con una anécdota curiosa, con un dato impactante, con una pregunta provocadora o con una historia que cautiva al público… entonces sorprendes y mantienes el interés. Ya no creas un «momento ¡Uf!», ahora tienes a la audiencia en vilo y cuando acabas relacionando lo que has contado con tu mensaje, la audiencia tiene un «momento ¡Ajá!» porque se da cuenta de la concordancia entre lo que planteaste al principio y lo que querías explicar al final.

En una presentación, la mayoría de veces somos previsibles cuando en realidad deberíamos ser «post-visibles».

Piensa en libros y películas en los que al final todo toma sentido cuando miras hacia atrás. Obras en las que a medida que avanzabas no previste ninguno de los acontecimientos, incluso pasaste algunos por alto, pero al final todo encaja a la perfección y tienes ese «momento ¡Ajá!» (la película «El sexto sentido» por ejemplo).

Una buena forma de aprender a usar este recurso es observando a los ponentes que lo utilizan. Toma nota de los «momentos ¡Ajá!» que experimentas y analiza con detalle cómo se plantearon y cómo fueron resueltos.

Referencias:

  • «Ideas que pegan«, de Chip Heath y Dan Heath. 2011, LID Editorial Empresarial.

Créditos:

  • Fotografía de rishibando (Creative Commons Atribución, No comercial).
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