Gráfico de resultados

Hace unas semanas empecé una encuesta preguntando el momento más adecuado para que la audiencia haga preguntas en una presentación. Las opciones posibles a votar eran las siguientes (entre corchetes, los porcentajes de voto redondeados):

a) [43%] El ponente informa de que se puede preguntar en cualquier momento de la presentación.

b) [25%] Se abre un turno de preguntas antes de acabar la presentación (el ponente aún no ha terminado su exposición).

c) [18%] Después de acabar la presentación: el ponente responde desde el escenario las preguntas que hace la audiencia desde sus butacas.

d) [2%] Después de acabar la presentación: quien quiera puede marcharse y quien quiera puede ir a preguntar al ponente «en petit comité».

e) [0%] Ningún momento, prefiero que no haya turno de preguntas en una presentación.

f) [11%] Otra respuesta…

Estos son los resultados de un total de 44 votos. Como podéis apreciar, algo menos de la mitad se decantan por la opción de poder preguntar en cualquier momento. Esto puede ser muy práctico para la audiencia, pero seguramente más difícil de controlar por parte del presentador. Dependiendo del tipo de charla esto puede ser incluso desaconsejable (por ejemplo con grandes audiencias).

La segunda opción: abrir el turno de preguntas antes de acabar la presentación es la segunda más votada con una cuarta parte del total. Personalmente creo que está es una muy buena opción, para algunos la más conveniente. Algunos expertos en presentaciones como Nick Morgan desaconsejan dejar el turno de preguntas para el final ya que nos arriesgamos a que esa parte sea lo último que recuerde la audiencia. Quizá algún turno de preguntas sea excelente pero todos sabemos que normalmente se hacen largos, imprevisibles y con personas que tardan demasiado en concretar su cuestión.

Si hacemos el turno de preguntas antes de finalizar nuestra presentación, tenemos oportunidad de hacer mención a algunas observaciones de la audiencia y también de reconducir la exposición hacia nuestro terreno, con un gran final que teníamos preparado de antemano. Entonces ese gran final es lo último que recordará la audiencia.

La tercera opción sólo ha obtenido un 18% de votos: una vez terminada la charla el ponente responde las preguntas que la audiencia hace desde sus butacas. Es curioso que esta opción, que es una de las más extendidas, sólo la ha votado poco menos de una quinta parte de los encuestados.

La cuarte opción: una vez acabada la charla quien quiera puede irse y quien quiera puede ir a preguntar al ponente «en petit comité» sólo ha obtenido un misero 2%. Os tengo que confesar que fui yo el único que votó esta opción porque la he llevado a cabo en algunas de mis últimas presentaciones y me ha dado buenos resultados. De este modo, no obligo a quedarse a las personas que quieren irse (pero no lo hacen por cortesía). Además, el trato con las personas de la audiencia que vienen a preguntar puede ser más cálido y cercano.

Afortunadamente nadie votó la opción de en ningún momento, prefiero que no haya turno de preguntas en una presentación :-)

Finalmente, un 11% de los encuestados daban otra respuesta:

  • «Dependiendo del ponente, entre las opciones a) y c)»
  • «Al acabar cada bloque de contenido en que se suelen dividir las presentaciones.»
  • «Creo recomendable abrir un debate después de la presentación.»
  • «El ponente propone un turno de preguntas al final de cada capítulo.»
  • «Todas las anteriores excepto la última.»

Aún estás a tiempo: ¡opina tu también!

¿Qué te han parecido estos resultados? ¿Te sorprenden? ¿Son lo que te esperabas? ¿Hubieras añadido más opciones para votar?

Si no votaste en su momento, opina igualmente dejando un comentario en esta entrada. Dónde ubicar el turno de preguntas en una presentación no es trivial y simplificarlo con elegir una respuesta de varias quizá no es la mejor opción. Sin embargo, escribiendo un comentario tienes la oportunidad de matizar y exponer las situaciones que creas adecuadas.

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