Escultura de un robot

Imagina una persona que tiene familia, amigos y compañeros de trabajo. En su vida diaria esa persona tiene un tono de voz agradable. Cuenta anécdotas, historias propias y ajenas. Sonríe a menudo. Mira a los ojos de sus interlocutores. Hace preguntas. Tiene emociones…

Ahora imagina esa misma persona en una tarima, preparada para hablar en público delante de un auditorio. De repente, pierde el alma y se despersonaliza. Su voz se convierte en fría y monótona. Ya no cuenta historias. Ya no sonríe. Ya no mira a los ojos de las personas. Ahora sólo enumera hechos, cifras y datos lógicos. Ya no emana emociones, sólo racionalidad.

Es una situación algo exagerada pero que ocurre bastante a menudo. Al hablar en público, anulamos gran parte de nuestro ser y nos parecemos más a robots fríos y calculadores que a personas cálidas y con emociones. Queremos aparentar profesionalidad, experiencia, seriedad… Hablamos usando la forma impersonal o en tercera persona. Nos distanciamos de la audiencia. El resultado es una charla que no inspira, no conmueve, ni emociona.

Personaliza tus charlas

Hasta cierto punto es normal que en una presentación no actuemos del mismo modo en que lo hacemos en nuestro día a día. Los nervios, las expectativas que puedan tener los demás, lo que hay en juego… son factores que contribuyen a que estemos más tensos de lo normal. Pero de ahí a anular nuestra parte más humana hay una diferencia.

No tengas miedo a mostrar partes de ti en una presentación. Cuenta detalles de tu vida, pequeñas anécdotas o historias que tengan alguna relación con lo que explicas. Evita las formas impersonales o hablar en tercera persona. Utiliza en cambio la primera persona tanto del singular como del plural.

A la gente le gusta oír un toque humano, por muy científico o técnico que sea un tema concreto. Ellos son personas y al oír aspectos personales, se sienten identificados y conectan más fácilmente con el ponente.

Si personalizas tus charlas, es más probable que desentierres historias, suscites emociones, fomentes la concreción y, según que cuentes sobre ti, aumentes tu credibilidad.

Por si aún no estás convencido, un gran maestro del arte de hablar en público, Sir Ken Robinson aplica sabiamente esta técnica de mezclar toques personales, aliñados con dosis de humor, con los profundos mensajes que transmite. Podéis ver sus dos charlas más famosas en TED (VOSE): Do schools kill creativity? y Bring on the learning revolution!

Hasta los robots quieren parecer humanos

Esto es un clásico de la literatura y de las películas y series de televisión de ciencia ficción: los robots desean sentir emociones, desean ser más humanos. Si un androide tuviera que dar una presentación, seguro que se esforzaría, en la medida que le fuera posible, por dar toques humanos, por suscitar emociones. ¿Por qué entonces nosotros los humanos nos parecemos a ellos cuando hablamos en público?

Dicen que la oxitocina es la hormona del amor y que tiene que ver con el reconocimiento social, con el aprecio, la confianza, la gratitud, la generosidad o las conexiones emocionales con los demás. Una hormona que cuanto más lazos estrechamos con los demás, más segregamos. Los niveles de oxitocina pueden subir incluso cuando interaccionamos con otras personas a través de las Redes Sociales.

Los robots no tienen esta hormona pero seguro que si pudieran, desearían tenerla. ¿Sueñan los androides con oxitocinas?

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Créditos:

  • Fotografía de robot de didier.
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